Cuando “las cosas” van mal, nos angustiamos, nos
deprimimos, a veces nos enfermamos, y en general nos ponemos agresivos. Si esta
situación no es sólo “individual” sino que abarca a muchas personas se dan
fenómenos sociales vinculados a la violencia, al “sálvese quien pueda”, al crecimiento
de la economía informal (y muchas veces de la economía ilegal, por ejemplo,
vinculada al narcotráfico), a buscar chivos expiatorios (los inmigrantes, los
“vagos mantenidos por el Estado”, “los políticos que no solucionan nada”, etc.)
y la necesidad de que emerja algún “salvador”.
No es fácil detectar las causales, y por lo tanto las
posibles soluciones a que las cosas “vayan mejor”. En 1798 apareció un libro
anónimo (pero escrito por un clérigo anglicano y erudito llamado Thomas Malthus;
ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_Malthus)
con el título: “Ensayo sobre el principio de la población”. Allí se sostenía
que “el poder de la población es indefinidamente más grande que el
poder de la tierra para garantizar la subsistencia del hombre”. Si bien el progreso tecnológico
desmintió esta afirmación, el autor sostenía que entre los obstáculos destructivos (no voluntarios) que re-equilibraban
esta situación estaban la miseria, las enfermedades, las epidemias, el hambre y
la peste, así como desgracias entre las que señalaba las guerras, las
catástrofes naturales y los conflictos políticos.
Este autor “influyó, a través de la novelista Harriet
Martineau, en los biólogos evolucionistas, en particular en Charles
Darwin y Alfred Russel Wallace, para quienes el malthusianismo era una especie
de trampolín intelectual a la idea de selección natural y a la teoría de la evolución”.
Si bien la causal de la población quedó hasta ahora
descartada, los mecanismos de re-equilibrio (no deseados) tienen “plena
vigencia”.
Una de las formas políticas que emergió –desde el
siglo pasado- como “respuesta” a estos fenómenos fue el “fascismo” (https://es.wikipedia.org/wiki/Fascismo).
Según esta fuente “el proyecto
político del fascismo es instaurar un corporativismo estatal totalitario y una economía
dirigista, mientras
su base intelectual plantea la sumisión de la razón a la voluntad y la acción,
aplicando un nacionalismo fuertemente identitario con componentes victimistas o revanchistas, lo que conduce a la violencia (ya sea por parte de las masas adoctrinadas o de las corporaciones de
seguridad del régimen) contra aquellos que el Estado defina como enemigos
mediante un eficaz aparato de propaganda; todo esto aunado a un componente social
interclasista y una negación a ubicarse en el espectro político (izquierdas o derechas). Esto no impide que diferentes enfoques
ideológicos proporcionen diferentes visiones del fascismo: los ejemplos más
comunes se dan en la historiografía, la politología y otras ciencias sociales,
al ubicar al fascismo en la extrema
derecha, vinculándolo con la plutocracia e identificándolo algunas veces como una variante del capitalismo de Estado, o
bien de orientación liberal, identificándolo como una variante chovinista del socialismo de Estado”
El fenómeno “cultural” está bien explicado en la
película “La Ola” (ver: https://es.wikipedia.org/wiki/La_ola_(pel%C3%ADcula)
y como el mismo conduce necesariamente a una “autocracia”.
Poder discernir sobre las distintas causas “sistémicas”
(tanto estructurales como coyunturales) de por qué las cosas van mal, así como
de los caminos que nos pueden llevar a un mundo mejor (y no a “mundo peor”)
será clave para encontrar una salida virtuosa. En la entrada “Para converger
hacia un mundo mejor” intentaremos plantear algunos elementos para el debate.
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