Cualquier acción o iniciativa en nuestra vida puede
resultarnos bien, regular o mal. Hay muchas razones por las cuales podemos
fracasar. Aquí algunas de ellas:
·
Nuestra
intención ha sido buena pero no hemos tenido en cuenta una multiplicidad de
factores (la cuestión de la “complejidad”) que operan para tener éxito. De ello
se puede inferir que hemos “idealizado” (hemos confundido tener “ideales” con
no haber registrado cuestiones de la realidad que no se ajustaban a estos ideales),
no hemos planificado bien, no hemos entendido bien cuales son las necesidades
externas que debemos satisfacer, sus deseos y si estamos en condiciones de
satisfacerlas en términos socioeconómicos (capacidad de retribución de quien
recibe y eficiencia, eficacia y calidad de nuestra organización para
proveerlas), el contexto cambió o era más adverso de lo imaginado, a largo
plazo cada nueva generación tiene sus propias características (y su ejercicio
de la libertad) que inciden en mantener o no la iniciativa inicial (la cuestión
de la “sucesión”) …
· Llevado
al campo socioeconómico actual los especialistas que analizan “la
empresarialidad”, es decir el intento de generar y desarrollar con éxito una
empresa en el contexto del sistema económico vigente, señalan que en un
porcentaje importante fracasa (para el caso de Méjico esto representa un 40% de
las micro y pequeñas en el primer año de vida; ver: http://www.inegi.org.mx/saladeprensa/boletines/2015/especiales/especiales2015_02_38.pdf). Para el caso argentino la Red CAME indica que 8 de
cada 10 emprendimientos fracasan en los primeros dos años de vida (ver: http://www.redcame.org.ar/adjuntos/pymeMarzo16.pdf)
Por su parte la Revista FORBES indica que el 90% fracasa (citado por: http://www.lanacion.com.ar/1992109-las-lecciones-de-breaking-bad-para-emprendedores).
Las razones para esto son muy diversas (véase: http://www.iadb.org/wmsfiles/products/publications/documents/1481923.pdf entre otros documentos) que van desde el contexto
socioeconómico hasta las habilidades o capacidades para responder a una demanda
específica, cada vez más exigente y cambiante.
·
Si a
lo anterior le agregamos las iniciativas donde el excedente es necesario pero
no la búsqueda del lucro como fin principal, se comparta este excedente y las
decisiones (la cuestión de la democracia en la empresa y las formas
cooperativas), los bienes y servicios generados tengan sustentabilidad y
objetivos sociales (las empresas sociales, las socialmente responsables y otras
denominaciones), podemos afirmar que también muchas fracasan por cuestiones
similares a las anteriores, pero también porque se plantean exigencias adicionales (en especial desde “otros valores”) que satisfacer. Entre las distintas razones específicas
podemos mencionar: el individualismo ha predominado, no se ha podido pasar de
individualismo a un personalismo maduro y del compartir donde cada persona
tenga un valor reconocido en este tipo de instituciones, no se encontraron
formas de liderazgo adecuadas para este tipo de instituciones y sobre el
contexto en el que les toca operar, la búsqueda de consensos ha llevado a un
“asambleismo” permanente y poco fructífero, los comportamientos poco
involucrados de algunos miembros ha llevado a otros a considerar que se estaban
produciendo situaciones injustas y ello genera desánimo en los más
involucrados, derivado de cuestiones anteriores la organización se va
burocratizando y perdiendo dinamismo frente a un contexto donde la agresividad
del capital está presente y las puede sacar (o las saca) “de juego”, entre
otras. Sin embargo al igual que lo señalado en el punto anterior (donde hay
millones de iniciativas que han prosperado) también aquí tenemos mil millones
de personas que pertenecen a organizaciones cooperativas (aunque algunas de
ellas sólo sea en “lo formal”), millones de personas que comparten
solidariamente lo que hacen y lo que piensan (por ej. Wikipedia), millones de
personas que hacen trabajo voluntario y donan, miles de iniciativas de empresas
sociales, socialmente responsables y similares que hoy funcionan con “éxito”….
Aprender del error -que nos ha llevado a fracasar-
forma parte del aprendizaje de la vida, dada nuestras limitaciones como seres
humanos y del contexto –la mayor parte de las veces incierto- en el que
operamos. También forma parte del aprendizaje en el campo específico del
conocimiento científico-tecnológico y de emprender. Sobre esto último, en el
libro Crear o Morir, de Andrés Oppenheimer (Ed. Debate, Buenos Aires, 2014) en
la página 60 menciona que “en Sillicon Valley, cuando enumeras tus fracasos es
como si estuvieras enumerando tus diplomas universitarios. Todo el mundo aquí
entiende que con cada fracaso aprendiste algo, y por lo tanto eres más sabio
que antes” (entrevista del autor con Vivek Wadhwa). En el mismo libro, en la
página 62 señala que Thomas Alva Edison tuvo más de 1000 intentos fallidos para
inventar una lamparita eléctrica, y en la página 63 menciona que “los hermanos
Orville y W. Wright, a quienes se identifica como los pioneros de la aviación,
hicieron 163 intentos fallidos antes de realizar su primer vuelo tripulado en
1903”.
Analizar críticamente la realidad, y en particular los
errores y fracasos, es un aprendizaje continuo que debemos hacer no sólo para ser
lograr un mayor dominio de la naturaleza, ser creativos y alcanzar más prosperidad
y bienestar, sino también para darle un sentido
en línea con la búsqueda y construcción concreta de un mundo mejor.
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