En el texto de
M. Rubel, “Páginas escogidas de Marx para un ética socialista” (Amorrortu
Editores, Buenos Aires, 1974, págs. 21 y 22) dice que en su tesis de doctorado
sobre Demócrito y Epicuro “es evidente que Marx prefiere la concepción epicúrea
de la naturaleza, ya que ella rechaza la causalidad objetiva y salva la
conciencia individual transformándola en el principio activo de la experiencia.
Si Demócrito renuncia a una corona real para poder entregarse a la búsqueda de
una nueva etiología (estudio sobre la
causa de las cosas), y luego, desesperando de la ciencia se quita la vista,
Epicuro desprecia el determinismo universal y considera a los sentidos como los
heraldos de lo verdadero, buscando la ataraxia (ausencia de turbación) de la conciencia del yo.
Por lo tanto,
no sin razón compara Marx, en el prefacio de su tesis, la filosofía de la libertad de Epicuro con la insolencia de Prometeo.
Hace suyo desde ese momento la profesión de fe prometeica: Odio a los dioses, y es su propia causa la que defiende cuando
afirma que la filosofía la divisa de Prometeo a todos los dioses del cielo y la tierra que no reconocen la conciencia
humana como divinidad suprema. Y cuando al final del prefacio, Marx
inscribe a este héroe mitológico en el primer puesto entre los santos y
mártires dentro del calendario filosófico, es porque en lo sucesivo concibe la
vida como una lucha titánica contra las fuerzas inhumanas y como una tarea
terrenal destinada a construir la ciudad fraternal”.
Se puede
visualizar la importancia de filósofos griegos, de mitos como el de Prometeo (https://es.wikipedia.org/wiki/Prometeo),
del rol de la conciencia y del poder humano (reforzados y exaltados en la
Modernidad a nivel de pensamiento y con la revolución científico-tecnológica),
así como la influencia de revoluciones como la francesa con su lema de
libertad, igualdad y fraternidad.
Hoy, visto
desde comienzos del siglo XXI, qué elementos son considerados válidos y cuales
nos “desubican” en enfoques y caminos para alcanzar un mundo mejor?
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